André Citroën fue un visionario, un modelo de carisma que
supo anticiparse a su tiempo con ideas e innovaciones que marcaron la historia
de la industria del automóvil. Un hombre que expresa su enfoque moderno del
negocio incluso en la comunicación.
Totalmente convencido de la importancia de que las personas
probaran sus coches para que, de este modo, apreciaran su calidad, en la década
de 1920 y en colaboración con la red de concesionarios, organizó la Caravana
Citroën, que ponía a disposición de los posibles clientes en plazas públicas
una docena de coches de la marca.
La Caravana estaba precedida de una eficaz campaña de
difusión que anticipaba su llegada y, durante el evento, se apoyaba en
coreografías personalizadas que permitían advertir de su celebración incluso
desde lejos.
“La teoría no sirve para nada. Lo importante es el ejemplo
”. André Citroën, fundador de la marca que lleva su nombre, repetía siempre
esta frase. Estaba tan convencido de la veracidad de este principio que lo
aplicaba a todos los ámbitos de su actividad. Por ejemplo, André Citroën
pretendía que las personas pudiesen probar sus coches porque solo así podrían
apreciar sus características y sus cualidades. Además, la prueba tenía que ser
lo más realista posible, es decir, en el mismo lugar donde se desenvolvería el
coche si esa persona lo acababa comprando.
Si en la posterior década de 1930, Francia debería miles de
puntos de venta de Citroën, en plena posguerra de la Primera Guerra Mundial la
situación era muy diferente y hasta mediados de la década de 1920, la red
Citroën no fue lo suficientemente amplia como para Permitir que cualquier
ciudadano pudiera probar un coche de la marca cerca de su casa, como deseaba
Citroën.
En poco tiempo y haciendo honor a su fama de hombre creativo, André encontró la solución a este problema. En aquella época, en Francia se desarrollaban numerosos eventos locales, como las ferias de ganado, todavía muy populares en el mundo rural, o las fiestas comarcales o locales, frecuentadas por lxs potenciales clientes deseosos de probar un Citroën. ¿Qué hacer entonces? Muy fácil: si las personas no podrían ir a Citroën porque estaba muy lejos, entonces sería Citroën quién se acercaría a las personas.
Nació así la idea de la Caravana Citroën, organizada en
colaboración con la red de concesionarios y que exhibía una docena de modelos
en medio de un bosque de banderas con el símbolo del “doble chevron” en plazas
y avenidas donde los centenares de personas que participaban en las fiestas locales
podría ver, tocar y, sobre todo, probar los vehículos de la Caravana Citroën.
La Caravana Citroën, desde principios de la década de 1920 hasta los primeros años de la década siguiente se convirtió en un espectáculo habitual en todo el país. De vez en cuando, la presencia de los coches se reforzaba con la exhibición de algunos modelos como los legendarios auto-orugas used en los primeros Cruceros de Exploración (en primer lugar, el "Negro" y posteriormente el "Amarillo") o el grande y veloz autobús Citroën (uno de los cuales ganó el rally de Montecarlo) que acompañaban a las diferentes berlinas y torpedos de todos los tamaños que ofrecía la marca para las pruebas.
La expresión de todos los que probaban los coches mostraba
claramente el placer de conducción que ofrecían los Citroën. Seguramente, en
las ya congestionadas calles de París o de Lyon, donde se encontraban las
grandes sucursales de Citroën, la prueba de estos mismos vehículos no hubiera
surtido el mismo efecto, y no habría sido tan apreciada como en los pueblos y
pequeñas ciudades.
La última gran campaña de la Caravana fue la que diseñó
André Citroën para dar a conocer al mundo su nuevo “motor flotante”, un evento
en el que los C4 y C6 con el motor montado por primera vez sobre soportes
elásticos, silenciosos y suaves, desfilaban por delante de personas que,
seguramente, no han visto nunca un coche como aquellos y que acompañaban a lxs
potenciales clientxs en una experiencia nueva, nunca antes probada, hecha de
confort, de silencio a bordo y de ausencia total de vibraciones.
La idea de la caravana fue retomada por Citroën en la
posguerra de la Segunda Guerra Mundial para dar a conocer el nuevo 2CV y los
vehículos comerciales como el Tipo H que tanto éxito consiguieron en el entorno
rural y que se mantuvieron en producción sin modificaciones significativas
entre 1947 y 1981.
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